Bécquer va al colegio
Luis Miguel y Bécquer
Las circunstancias por las que nos decidimos a participar en el Curso de Obediencia Básica para nuestro perro, Bécquer, no venían dadas porque quisiéramos que obedeciera una serie de órdenes para satisfacer nuestro ego o que sirviese de exhibición ante amigos y extraños.
El motivo de acudir a este tipo de curso se produce cuando somos incapaces de salir simplemente a pasear con nuestro perro.
Llegados a este punto, imaginen el resto de circunstancias diarias con las que nos encontrábamos: ladridos, abalanzamientos, etc., que unidas al carácter que muestra nuestro perro (inquietud, nerviosismo, etc.), hacía que la convivencia rayara lo imposible y se avistara un futuro poco prometedor.
Al principio nos costó creer que con un curso, que duraba 10 clases de una hora, se pudiera hacer algo con el perro y que esto se trataba ya de una misión imposible.
Lo primero de lo que te das cuenta es que has estado ocho meses intentando educar a tu perro sin ningún tipo de arma o herramienta y que todo lo que creíamos que era lo ideal para una educación normal no daba ningún fruto.
El primer error que cometíamos era tratar a Bécquer como un humano más. Dentro de la casa lo tratábamos como un humano más de la familia y cuando lo sacábamos, queríamos que se comportase como un perro, con lo que lo único que conseguíamos era confundirlo y que nosotros perdiésemos rápidamente la paciencia.
Desde la primera clase nos quedamos sorprendimos, por los buenos resultados, que se veían de inmediato, y por la postura que adoptó nuestro perro. Fue muy parecido a la reacción de un niño cuando el profesor le ha regañado en clase y busca consuelo en sus padres. El primer ejercicio con él lo realizó el educador y no tuvo otro remedio que hacer lo que éste le exigía. Cuando fui yo el que pasó a hacer el ejercicio, el perro creyó que esas órdenes solamente se las podía dar el educador, pero que conmigo volvería a lo de antes. Su primer fracaso fue comprobar que no tenía otro remedio que hacer lo que yo le ordenaba, y lo mismo ocurrió cuando las órdenes se las dio mi esposa. Resaltar que en ningún momento sentimos lástima hacia nuestro perro por la forma de enseñar que empleábamos en el curso. Al final de la primera clase, Bécquer comprendió que algo empezaba a cambiar en su vida.
Así que el Curso de Obediencia Básica en primer lugar nos enseñó a saber educar a nuestro perro, a través del tono de voz, con posturas y a veces con simples miradas, a conseguir que nuestro perro se sintiese como un perro dentro y fuera de la casa y a obedecer desde el primer instante en que le dábamos una orden. Las decisiones ya no las iba a tomar él, sino que ahora su dueño había tomado el rol de "jefe de la manada", al cual debería obedecer en todo momento. Sobre todo aprendimos a mantener siempre una constancia sobre lo que le estábamos enseñando, porque Bécquer nos ha puesto a prueba en muchísimas ocasiones para intentar volver a su vida anterior. Ahí está la clave del éxito o del fracaso del Curso, en la perseverancia.
Hoy, después de haber realizado el curso, para lo cual empleamos 12 clases, nuestro perro se encuentra más tranquilo, aunque su carácter nato lo hace de por sí nervioso e inquieto (rasgo muy común en el perro de aguas o turco andaluz), podemos pasear tranquilamente sin que nos tire de la correa, entiende perfectamente cuándo queremos que permanezca sentado o echado y lo más sorprendente es que ahora podemos pasear con Bécquer sin que vaya atado a una correa, y en el momento en que lo llamamos acude a nosotros.
Luis Miguel Pérez Paz
Propietario de Bécquer
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